Más vale tarde que nunca

Las vacaciones han terminado, pero el verano sigue presente. Los chiringuitos ven como sus clientes marchan, los pueblos recogen sus luces de colores y los arboles temen la llegada del otoño por miedo a perder el fruto de sus ramas. Mientras estábamos disfrutando de nuestras pertinentes vacaciones, ha sido imposible encerrar a nuestro pequeño granuja interior con el que, agarrados de la mano, hemos emprendido un viaje interior a nuestra infancia. El paso del tiempo nos ha jugado una mala pasada, pero como contrapunto, nos ha hecho esbozar una sonrisa de niño mientras nos encontrábamos perdidos entre nuestros recuerdos.

Ha habido momentos para todo; para reír y para llorar, tiempo de descanso y de fatiga, de playa y de montaña. Tiempo que hemos aprovechado para recoger esos recuerdos y plasmarlos sobre nuestro retoño.

Este mes hemos estado caminando entre hojas y colgados de las ramas, pero más vale tarde que nunca.

¡Nos hemos mudado!

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