por Alejandro Patiño
20 agosto, 2018
En este valle eterno ha nacido una nueva raza de guerrero. Ha nacido para protestar furiosamente por el silencio de estas antiguas rocas. Ha nacido para destrozar la estructura del desierto. Ha nacido para ganar… a cualquier precio. Todo está listo. Se acerca una tormenta. La tierra se prepara…
¡Bienvenido a Motorstorm!
«Sube la música, pon a prueba el motor y abróchate bien el cinturón de seguridad. Motorstorm es el festival más loco del verano. Fiesta y desenfreno; los mejores grupos del panorama grindcore, hardcore punk y nu metal subidos a un escenario perdido en mitad de ninguna parte; un auténtico desfile de vehículos de todos los tipos imaginables, tuneados a gusto del consumidor y trucados hasta decir basta; la promesa de una semana absolutamente fuera de la ley y un hatajo de auténticos chalados dispuestos a jugarse el pescuezo por el simple placer de hacerlo.»
Así rezaba uno de los panfletos sobre el primer festival Motorstorm. Hasta la fecha hemos podido disfrutar ya de cuatro. Diferentes situaciones a lo largo del globo, con diferentes retos, cada vez más tipos de vehículos y una sola cosa en mente: la victoria.
El primero de los festivales se celebró en Monument Valley, en la frontera sur entre Utah y Arizona, dentro de la reserva de los nativos navajos. Todavía recuerdo perfectamente hasta qué punto el festival estaba en bragas: la organización hizo llegar las invitaciones atropelladamente, con mucha prisa y poca cabeza. Cuando uno llegaba a la cita, lo hacía con tremendas ganas de disfrutar, espoleado por una retahíla de exageradas promesas y embargado por la emoción del estreno. Lo que llegamos a vivir aquel verano en Monument Valley no fue lo que nos habían contado; ni los coches eran tan bonitos, ni el barro salpicaba tanto, pero ni por esas podrán quitarnos lo bien que nos lo pasamos. Motocicletas, quads, buggies, coches de rally, rancheras y camiones, enfrentados en una lucha sin tregua por el primer puesto, compitiendo como si fueran idénticos, sin ley ni norma más allá de la que nos impulsa a seguir respirando, y seguir haciéndolo sólo por un motivo: la victoria. Así de primeras, nadie hubiera imaginado que unas carreras entre tipos de vehículos tan diferentes hubieran podido ser tan competitivas, pero ya sea participando solo, con amigos, o con esos colgaos con los que has estado fumando hierba durante el concierto en la pista (perdón, ¿qué pista?)… en Motorstorm sólo funciona sobrevivir. Pisar antes de que te pisen y jugar sucio para ganar, explotando las virtudes de tu vehículo al máximo y eligiendo siempre el trazado más adecuado. Al final del festival, la competición resultó haber sido divertidísima. Tal vez no fuera tan espectacular como nos la pintaban los panfletos de media tinta del sector, pero sí plenamente disfrutable, altamente emocionante y tremendamente adictiva.
Tanto que sólo dos años después, tal vez incluso algo menos, la organización llevaría el festival a una isla secreta en mitad del Pacífico. Estoy convencido de que el adinerado propietario de la isla se prestó a ello sólo por pura pasión adrenalínica, aunque el rumor de que él mismo había participado en Monument Valley estuvo presente durante todo el festival. Con la isla, las cosas se ponían más duras, y además a algún chalado se le ocurrió abrir la inscripción a los monster trucks, por lo que aquéllos que se unieron a la fiesta con una moto los tuvieron más cuadrados que nunca. La isla fue además una gran ventaja para el público. Por fin pudimos dejar de morder el polvo que levantaban las carreras, y disfrutar de las preciosas playas o las maravillosas vistas desde los picos más altos del volcán que dominaba la isla. No podría recomendar el sitio para unas vacaciones, porque el nombre de la isla se mantuvo en secreto debido a la naturaleza prohibida del evento, aunque también es cierto que dejamos la isla hecha unos zorros. Creo que nunca había visto tantas latas de cerveza juntas. Las carreras fueron más emocionantes que nunca. Disfruté como un niño viendo a esas motos saltando entre precipicios de dura roca mientras una ranchera perdía el control y se desviaba contra el agua bajo la cascada, justo en el momento en que un gran monster truck salía del paso bajo la catarata, pasándole justo por encima. O viendo cómo los quads se enfrentaban a los buggies en la ladera de un volcán que, por cierto, estaba a punto de entrar en erupción. Todavía hay quien jura que había charcos de humeante lava en el sendero por el que estaban corriendo, pero es obvio que son unos attention whores de narices. Probablemente fuera el mejor de todos los festivales hasta la fecha, gracias también en parte a una selección de bandas musicales asistentes tan increíble como en Monument Valley (algunas incluso más).
El tercer festival tuvo que moverse hasta el mismísimo Ártico. Con la cúpula organizadora del evento en busca y captura, y la intensiva vigilancia a la que sometieron a algunos de los miembros participantes conocidos (así es, algún idiota subió un par de videos a YouTube), esta vez se encargó la organización del festival a una plataforma diferente, formada por algunas de las viejas glorias de anteriores ediciones. La nueva comisión organizativa hizo todo lo posible por mantener el espíritu del festival, pero su presupuesto siempre fue limitado, tanto como sus recursos. Recuerdo que la inclusión de motos de nieve fue lo más sonado, porque tampoco es que el festival diera para mucho más. Sí, un par de tipos perdieron la vida arriesgando con el turbo, y a otros cinco al menos les arrollaron los vehículos más pesados con idéntico —y macabro— resultado, pero tampoco es que hubiera nada mucho más reseñable. Aún tengo unas fotos espectaculares que tomé allí, pero las carreras fueron mucho más sosegadas, menos frenéticas y más calmadas, quizá debido a la inexperiencia de los corredores en entornos helados; pero no debería ser excusa cuando el espíritu de Motorstorm siempre fue triunfar en lo imposible. La selección de bandas asistentes fue mucho más austera: ya sabes… por muy locos que estén estos tipos que tocan, la mayoría de ellos son unos falsos y unos vendidos que no tienen huevos ni de ir al Ártico en noviembre. ¡Ah!, como nota divertida… a un tipo llamado Clarence una motonieve le cortó una oreja. ¡Qué casualidad!, ¿verdad?
El último de los festivales devolvería a Motorstorm a las manos de su primera plataforma organizadora, lo que nos garantizó más presupuesto, mejores bandas y carreras aún más locas. En esta ocasión, llevados por el oportunismo, hubo que improvisar un nuevo festival en una ciudad del oeste americano. Sí, allí donde se celebró el cuarto Motorstorm antes había una ciudad, ya no recuerdo ni su nombre. Estaba entre San Francisco y Los Ángeles y, lamentablemente, se erigió sobre una falla del terreno, motivo por el cual acabó viniéndose abajo por un terremoto. El festival estuvo allí dándole su más sentido pésame y despedida. Edificios que volcaban, corrimientos de tierra, una guerrilla en las calles peleando contra un ejército privado contratado por el gobierno, y en medio de todo ello… una carrera. Entre los edificios o sobre ellos, cerca de la costa, a las afueras de la ciudad, en el puerto o incluso en pleno centro. Toda una ciudad (o lo que iba quedando de ella) al servicio de unos locos montados en unos preciosos vehículos en dirección al Apocalipsis. Lástima que pocas bandas se atrevieran a venir. Más para los demás. Ellos se lo perdieron.
Siento haberme puesto romántico de nuevo, pero ya sabéis lo que me inspira el festival. Motorstorm es mi vida, lo es todo: vivir al límite y arriesgar hasta el infinito. Por todos los recuerdos en estas líneas vertidos debo pedirte que firmes esta misiva para enviar a la organización. Han sido cuatro torneos increíbles y, como auténtico motorstormer de corazón, me veo en la necesidad de pedir que se agilice la preparación del siguiente festival. A los chicos de la organización hay que decirles: no podéis darnos droga y luego negárnosla de esta manera. ¿Qué diablos queréis? ¿Que nos montemos un Motorstorm con coches teledirigidos? Tenéis que darnos nuestra dosis de adrenalina. Todos necesitamos que Motorstorm vuelva.
Espero noticias vuestras.
Saludos y gracias,
Ayate.
Motorstormer exaltado
Motostormersinthenet.com Webmaster
(Nota para los lectores: Por favor, si queréis firmar esta misiva, ruego enviéis un mail con vuestro DNI y vuestro nombre a info[dot]gamereport.es. La dirección de Motorstormersinthenet.com —useasé el menda— se encargará de transmitir la petición a la organización por los canales adecuados)
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