por Sergio Ruiz
23 abril, 2015
No está de más comenzar por las conclusiones más obvias de esta crítica: ‘New Super Mario Bros. 2’ es el peor Mario plataformas que ha sido publicado en los últimos tiempos, claro candidato a título menos inspirado en toda la historia de Nintendo, una oda de reciclaje y contenido ya visto, uno que abrió la veda con los malditos DLC de pago, y aun así, un título más que notable que clama a la diversión más pura del entretenimiento electrónico a través de la jugabilidad. La prensa especializada de envío por correspondencia, código de acceso anticipado y denuncia de latrocinios diversos Edipo style, se encontró por primera vez un juego del rey de las plataformas que no terminaba de apuntalar sus ideas, y las críticas respondieron como así está escrito en los libros de historia. ¿De verdad fue para tanto? ¿Qué sucedió durante el lanzamiento del juego?
Hagan un esfuerzo de realización y sitúense dentro de uno de los contextos francamente más cómicos y a su vez tristes del legendario E3. Era 2012 y Nintendo había gastado su conferencia para especificar todos los detalles (salvo los técnicos, claro) del lanzamiento de su próxima consola de sobremesa Wii U, desconociendo en absoluto la que se les venía encima en cuestión de ventas. Falta de la lógica y dirección necesarias, la compañía de Kioto anunció entre otras cosas que ‘New Super Mario Bros. U’ sería el gran juego de lanzamiento de la consola en navidades, así como el título estandarte de la producción propia de aquel año. Un juego que se creía una demo técnica el año anterior se llevó toda la atención de los medios con cierta resignación y feedback negativo, puesto que era la cuarta iteración de la coletilla «New» en la franquicia y, pese a las buenas valoraciones que recibió a posteriori, muchos esperaban otra cosa para inaugurar la blanca de Nintendo. En este contexto, dos meses después de aquella presentación, tres antes del lanzamiento de la nueva sobremesa y nueve tras el lanzamiento del genial ‘Super Mario 3D Land’, llegaba el título que nos ocupa a Nintendo 3DS con una discreción de las mayores que ha recibido el icono de la compañía. Misma serie, mismo género, misma jugabilidad, misma temática y casi el mismo título en sí. Evidentemente, esta sensación de apatía embriagadora provocó todo tipo de discrepancias entre los analistas, que se dividieron entre aclamar su jugabilidad clásica a prueba de bombas o criticar la alarmante falta de ideas que mostraba este título.
No pasa nada por reconocerlo: ‘New Super Mario Bros. 2’ carece de la frescura y muchas de las virtudes que posee Nintendo como desarrolladora y la serie de plataformas de las que hereda. Sin embargo, sigue teniendo algo de especial. Desde el primer momento en que Bowser logra raptar a la princesa Peach (de forma tan poco imaginativa) y Mario sale tras él al rescate, ya estás con el tembleque de empezar una nueva aventura ya conocida o por conocer. Las ganas de coger la consola y ponerse a saltar a lo loco son incontrolables, el inevitable Mundo 1-1 fácilmente te hace pensar que esto lo has estado haciendo muchas otras veces a lo largo de tu vida. Como si vivieses en un estado de felicidad y satisfacción permutado durante mucho tiempo, ansioso de querer más. Todo está tal y como lo querrías: el primer obstáculo, el primer goomba de refilón puesto por si sigue existiendo algún melonaco calculando mal su primer salto, el primer power-up colocado en una estructura de bloques bien conocida, el banderín de llegada y su previa escalinata hacia el salto perfecto. ¡Sorpresa! El Mundo 1-2 recorría un escenario subterráneo, y al final del camino de cada mundo te encontrabas con *redoble de tambores* ¡un castillo!
Haciendo bueno el dicho «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer», ‘New Super Mario Bros. 2’ juega sobre seguro encima de un sistema, personajes y habilidades conocidos de toda la vida, y obviamente esperar otra cosa de él supone un craso error. Pero todo lo que pierde en impacto, la novedad o el factor sorpresa, lo gana potenciando en detalles la esencia «Mario» en cuestión de jugabilidad y diseño estructural. ‘New Super Mario Bros. 2’ sigue siendo igual de bueno (e incluso mejor según que partes) que cualquier otro juego del fontanero. Sigue poseyendo la misma filosofía de realización con lo que lo ideó Shigeru Miyamoto hace ya treinta años, con una especial atención al detalle escénico en pantalla y a los guiños recurrentes de la serie, introduciendo alguna variación en cada nivel para evitar la monotonía, algún recurso u obstáculo sobre el cual gira el desarrollo de una fase, buscando transmitir con facilidad todo lo que sucede en pantalla para que el jugador sienta que está ante un juego justo. Muy probablemente de ahí surja su enorme facilidad para mantener enganchado al jugador y convencerlo de que puede superar cualquier obstáculo que se le oponga, que cualquier error sólo ha sido un lapsus y aunque ‘New Super Mario Bros. 2’ no es un título difícil que digamos, todos terminan convencidos. Siendo honestos, es innegable que gran parte de su encanto también está ligado a su pasado y al factor nostálgico que pueden contribuir largas tardes de verano en una persona de cualquier edad. La leyenda que Mario se ha forjado como el icono de los videojuegos supera el transcendentalismo de sus actos, y el encontrarse un título de Mario más —pese a su presencia en más de un centenar de ellos— no supone ningún problema para mucha gente que simplemente quiere divertirse con él. Una imponente maquinaria empresarial engrasada con el férreo paso del tiempo y que sigue a día de hoy funcionando con cada título principal del fontanero en las tiendas; desde aquí aprovecho para recomendarles, en el caso de querer saber más sobre el tema, el impresionante trabajo de Sergio Copete (e-Dipo) como La Firma Invitada de GameReport #5. Se lo agradecerán.
La disección de este motor pasa por emplear un lubricante que lime las asperezas que supone el recorrido de una serie y la larga fatiga que esto conlleva, un leitmotif sobre el que ronde todo el título. El primer ‘New Super Mario Bros.’ lo buscó a través del factor “New” y la misma idea de llevar más de diez años sin un Mario plataformas en 2D. La entrega de Wii se dedicó a expandir la idea original y potenciar el factor multijugador, y aquí la entrega que lleva un dos en el título pasa a centrar toda su atención en el dinero: las ansiadas y dichosas monedas. Cara y cruz de las virtudes y carencias del juego en sí. Por norma, recoger cien monedas en un juego de Mario supone conseguir una nueva vida, una relación que en sus inicios podía considerarse una hazaña por la relativa escasez de objetos dorados que había en pantalla en el ‘Super Mario Bros.’ original. ‘New Super Mario Bros. 2’ trata de transformar esa sensación multiplicando la cantidad de monedas que se pueden obtener en un nivel; que digo multiplicar, ¡elevar a la máxima potencia si cabe! ¡Todas las monedas del mundo mundial por recoger! Si recoger una moneda suponía un pequeño «Éxtasis de Santa Teresa», la sola idea de ver revoloteando por la escena tantas como granos de arroz en una paella casi suponía coger un atajo para llegar a la quinta cornisa del Paraíso dantesco.
Es casi algo patológico y los desarrolladores juegan todo el rato bajo esta premisa. En su estructura básica parece un juego de Mario habitual, golpeando bloques, pisando enemigos, recogiendo power-ups como la flor de fuego para lanzar balas o la clásica hoja para convertirse en tanuki y poder surcar los cielos. Hasta que, de repente, ves como aparece un chorrofón de monedas saliendo disparadas de una tubería. Es en ese momento cuando el Wario más gañán que poseemos en nuestras entrañas aparece para lanzarse a por el botín, ahí recogiendo monedas a lo tonto, hasta que cede y encuentras otro alijo de monedas poco más adelante. Aparecen de mil y una formas: hasta el más mínimo recoveco de un nivel es capaz de trasladar un potosí de monedas al escenario para que las recojas. Monedas por aquí, monedas por allá. Incluso los nuevos power-ups de Mario tienen como principal objetivo llenar la saca de monedas hasta rebosar. El clásico bloque marrón que antaño golpeabas y conseguías monedas consecutivamente, en esta entrega es capaz de hacerse dorado cuando parecía que lo habías agotado del todo, e incrustarse en la cabeza de Mario protegiéndolo de un golpe adicional. A medida que te desplazas con él, obtienes monedas hasta un total de cien en el caso de agotarlo por completo, dejando la cómica estampa del italiano en una careta retro que le queda que ni pintada. Por otro lado, aparecen también los champiñones dorados, capaces de proporcionar cien monedas de una tacada (¡una vida!) y la flor de oro, capaz de lanzar bolas mucho más poderosas con onda de alcance, además de metamorfosear obstáculos y rivales en pasta gansa. Asimismo, los combos habituales de la serie, como saltar encima de varios enemigos antes de caer al suelo, usar una estrella y chocar con ellos, deslizar un caparazón por el suelo y demás suelen reconvertirse en combos de monedas cuando el jugador posee alguno de estos extra o pasa por un anillo dorado, muy habituales. 5-10-15-20-50-100 monedas y creciendo. No es de extrañar que a la entrada de cada nivel, Nintendo haya colocado un marcador que indica la máxima cantidad de monedas recogidas en una sola pasada. Marcador por cierto, de cuatro cifras.
Es curioso cómo una simple sobreexposición de un único elemento del juego es capaz de cambiar por completo la naturaleza del mismo y la forma de afrontarlo por parte del jugador. Como un simple cambio puede afectar tan satisfactoriamente a la jugabilidad en sí como, al mismo tiempo, proponer mayor rejugabilidad en busca de puntuaciones máximas, récords y demás formas para alimentar la codicia y fomentar el ego compulsivo. Parece simular la misma alegría con la que los desarrolladores cogieron el producto, o eso desea pensar un servidor. Hasta aquí, la vuelta de tuerca que proporciona el leitmotif de este título resulta ser tan potente o más como los planteados por sus antecesores. Todo genial, por lo menos hasta que acabas llegando al Mundo 3 con 135 vidas en tu indicador.
La absurda cantidad de monedas genera a su vez un factor negativo en la dificultad del juego y la consiguiente inspiración general de la obra. Como decíamos, ‘New Super Mario Bros. 2’ no niega ser un juego de Mario a simple vista, no duda en mostrar una apariencia bien conocida en materia de mundos, niveles, escenarios, sucesos y ambientaciones, y eso ya a corto plazo produce cierta apatía y la típica mosca de “esto ya existió”. La evolución artística que posee este juego respecto a sus coetáneos casi podría valorarse de minimalista, y pese a que Mario siga siendo lo que es, es casi de recibo que el diseño de muchos mundos sea clavadito, clavelito de mi corazón de otros tantos ya vistos ¡en la misma subserie! Es también sinónimo de que Nintendo iba a medio gas tratando de lanzar el producto cuanto antes y, de esta forma, estimular las ventas de una portátil que comenzó bastante renqueante. Es más, ‘New Super Mario Bros. 2’ fue el principal reclamo de la compañía de Iwata para anunciar la llegada de los primeros DLC de pago a Nintendo 3DS tras las presiones de los desarrolladores para abandonar la plataforma si no obtenían dicho soporte, en principio bloqueado. Anuncio presentado en el mismo holding empresarial en el que se mostró por primera vez en sociedad este título. Pese a que ‘Fire Emblem Awakening’ se le adelantó en su lanzamiento nipón; la imagen de Nintendo y de este título ya había caído en desgracia para muchos aficionados que no estaban dispuestos a seguir esta política: «los primeros DLC de pago de Nintendo, la que siempre se opuso, a través de un juego de Mario». Lo cierto es que este contenido de pago apenas constaba de una pequeña expansión de niveles del modo Fiebre del oro, donde Mario tenía que recoger todas las monedas que podía en una tira y afloja de tres niveles consecutivos. Su relevancia en la idea de juego es inexistente, pero el gesto quedó ahí.
La evolución artística que posee este juego respecto a sus coetáneos casi podría valorarse de minimalista
Pero las críticas más duras sobre el juego no fueron por este lado sino por su escasa dificultad y capacidad para estimular al jugador de formas más exigentes. ‘New Super Mario Bros. 2’ está terriblemente desequilibrado en pos de recoger monedas al tuntún, por lo que la cantidad de vidas siempre va creciendo pese a las muchas muertes que afrontemos. Pero el mismo hecho de que el marcador de vidas haya pasado a ser un elemento casi testimonial no es novedad en la serie. Lo que sí terminaba afectando era la falta de retos en la base del juego, aquella ajena a acumular monedas, aquella en la que el jugador tenía que sobrevivir hasta llegar a la meta y enfrentarse a un jefe. ‘New Super Mario Bros. 2’ es muy fácil en muchas ocasiones, y en muchas otras acaba dando la sensación de que se podría haber exigido mucho más y que la multiplicidad de obstáculos en pantalla se podría haber colocado de una forma más exigente y laboriosa. Asimismo, se puede señalar la escasa cantidad de mundos que presenta: seis, más tres extras opcionales, de una duración similar o incluso ligeramente inferior a los mundos de anteriores entregas. Sabe a poco. Por mucho que Nintendo buscara nuevas formas para sorprender al usuario, éstas no presentaban el alarde de ingenio que otras veces alcanzaron, escaseando en nuevos elementos, nuevos diseños y quizá en patrones de comportamiento y evolución. Ver por ejemplo cómo ‘New Super Mario Bros. 2’ reutilizaba el concepto de “casa fantasma” tantas veces de forma ciertamente clónica y, en odiosa comparación, la futura entrega en Wii U presentase una atmósfera postimpresionista y una imagen inspirada en ‘La noche estrellada’ de Vincent Van Gogh como nivel fantasma. Es algo así como comparar un flan envasado de uno gigantesco hecho por tu madre. El grande empacha, pero sabe a gloria.
Toda esta serie de peros terminó empañando el resultado final, lejos de los mejores títulos del fontanero en el género que se siente más a gusto. Algunas voces llegaron a señalar que Mario había comenzado su decadencia a merced de las críticas recibidas con este título; y he aquí que llegamos al debate que presentamos al inicio de este artículo. Entre los más férreos defensores del juego y su particular fiebre del oro, y aquéllos que blandieron su espada y señalaron las cuantiosas debilidades del título, ¿en qué punto queda el jugador que se adentre en el amasijo de bits que conforma el juego? No existe una posición correcta o formal en el asunto, y casi mejor así. Lo único de lo que podemos tener fe a ciencia cierta es de que estamos ante un juego de Mario, y que eso sólo puede significar diversión y entretenimiento a raudales. Es lo que Nintendo, su imponente maquinaria empresarial, su ideólogo Shigeru Miyamoto y su público nos han enseñado hasta ahora. Todo lo demás son vientos de arena.
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Buen artículo, felicidades por el mismo. Sinceramente, estoy totalmente de acuerdo con el autor; la política que ha usado nintendo en éste título es de »refrito», esperemos que no sea la tónica habitual. Por curiosidad, ¿sería posible publicar los artículos en el muro de mi Facebook?. Una vez más felicidades y gracias.