por Sergio Guerreiro
10 diciembre, 2015
Muchas veces no hacemos sino seguir un camino predeterminado por los que vinieron antes, una senda de la que no queremos apartarnos. Porque si ha funcionado antes, ¿por qué no iba a funcionar ahora? Si la opción que elegimos es la de continuar como antes, el final del camino sólo puede llevar a la escasez de ideas y a la mediocridad por mero desgaste. No obstante, cuestionar lo que ya se ha hecho puede llevarnos a fracasar y a caer en un abismo insondable, peor que el que dejamos atrás. Y no se puede dudar de que los fallos en nuestro mundo se castigan de una manera bastante severa, así que, ¿por qué deberíamos cambiar? Hay miles de cuestiones, y miles de juegos que intentan salirse de lo establecido y revolucionar por diversas razones, como no tener un presupuesto astronómico (‘Spec Ops: The Line’ puso su punto fuerte en la historia por esta razón); otras, deciden reinventarse lo justo en cada entrega, consiguiendo mantener un mínimo de frescura, sin caer en la repetición descarada en cada entrega al abordar nuevas mecánicas o refinar las mismas. En el caso de ‘Assassin’s Creed: Rogue’, se ha buscado la reinvención para apartarse del camino seguido por sus hermanos en cuanto a historia, haciéndose preguntas, aunque no consigue separarse del todo de su senda.
El último título de Ubisoft Sofia nace a la sombra de uno mayor, ‘Assassin’s Creed: Unity’, que es el que se ha llevado toda la atención de la prensa y el presupuesto para marketing. ‘Assassin’s Creed: Rogue’ nace como un producto de consolación, dedicado a aquellos fans de la franquicia que no hayan dado el paso a la siguiente generación y no quieren gastar demasiado, siendo en su mayoría assets y mecánicas recicladas, si bien pulidas, de ‘Assassin’s Creed III’ y ‘Black Flag’. Un título de segunda fila que consigue diferenciarse gracias al nuevo enfoque del universo en el que se incardina.
En esta entrega encarnamos a Shay Patrick Cormack, el iniciado de la hermandad de los asesinos con el nombre más irlandés de la historia, durante el transcurso de la guerra de los siete años por el dominio colonial de América del Norte. En sus trabajos como asesino, Shay descubre no sólo la hipocresía que rodea a los actos y a la organización de la hermandad respecto de su propio credo, sino que es obligado a presenciar un evento que le mueve a traicionar a sus amigos y hermanos. Se plantean preguntas para intentar romper con lo establecido, ver qué es lo que falla en la lógica de los asesinos y sus creencias: ¿por qué si todo está permitido y se defiende la libertad se sigue de manera ciega a un mentor? ¿Por qué seguir con un conflicto que dura siglos en vez de buscar una salida? Hace buenas preguntas aunque no ahonda todo lo que debería como hizo el gran Chris Avellone con el universo ‘Star Wars’ en ‘Knights of the Old Republic II’. Y, aunque sea ambicioso, el guión puede ser mejorable, pues el punto desencadenante del nudo narrativo es, a mi parecer, irracional, ya que podría haberse resuelto el problema de una manera sencilla y así no dar lugar al resto del juego.
Quitando eso, funciona, aunque tendría más sentido que el protagonista hubiera cogido una tercera opción en vez de unirse a los templarios (como señala el guionista principal de ‘Black Flag’), que se manifiestan casi tan hipócritas y sanguinarios como los asesinos. Por lo menos, se da a entender que algunos intentan ayudar a la gente al acabar con las bandas de Nueva York o renovar la ciudad, como es el caso del Coronel George Munro, respecto del que se puede hacer una interpretación maligna de su personalidad, al dejarnos la puerta abierta para creer que se trata de un manipulador.
Si bien la conversión tiene sentido viendo el orden y la paz que, de manera aparente, promueven los templarios en el juego y que va envolviendo al protagonista al volverlo uno de ellos, también tiene sus propios agujeros. Su actor de doblaje original, Steven Piovesan, hace un buen papel aunque tenga un acento demasiado exagerado, y una vez acabada esta actuación ha vuelto a su oficio de camarero sin ningún papel famoso a la vista, así que ya tenemos nuestro propio Sam Malone en la industria de los videojuegos. Tampoco podemos echarle en cara nada al resto de actores, que cumplen bien con sus papeles en una historia corta. Por una parte, la duración es adecuada, aunque debido a ello tampoco le da tiempo para ahondar mucho en los personajes, ni se aprovecha de otras herramientas para darles más personalidad. Pero en este aspecto cumple de manera aceptable, tanto como tu típico taquillazo hollywoodiense.
Hace buenas preguntas aunque no ahonda todo lo que debería como hizo el gran Chris Avellone con el universo ‘Star Wars’ en ‘Knights of the Old Republic II’
Dejando la historia de lado, si hay algo que de verdad importe en los juegos de esta saga es el escenario que nos vemos obligados a trepar y recorrer. En este caso, volviendo a América del Norte, pero con el foco puesto en un lugar nuevo para la franquicia: el Atlántico Norte. Un lugar poblado con valles costeros preciosos por los que pasear y descubrir su geografía; todos situados en un mar gélido junto a tierras baldías sólo cubiertas de hielo y escarcha por el que querremos perdernos para descubrir cada localización o asentamiento que oculta. También podremos navegar el valle ribereño de Hudson, con elementos más cercanos a los vistos en la aventura de Connor; y la ciudad de Nueva York, ampliada con respecto a la tercera entrega y por la que no querremos detenernos mucho debido a que estamos demasiado familiarizados con el movimiento urbano de juego de trepar, movernos por los tejados, atalayas, etc.
Es por ello que siempre querremos estar a bordo de nuestro barco, mientras de fondo suenan canciones de marineros (la mejor radio en un videojuego tras Espantoso) y atravesamos tormentas y fuertes oleajes, o nos dedicamos a ser corsarios para mejorar nuestra nave o las ciudades, conseguir dinero o por pura diversión. Aunque estas mecánicas conjunten mejor con un juego sobre piratas como ocurría en ‘Assassin’s Creed IV: Black Flag’, se encuentran en este título más refinadas y pulidas: la Morrigan se controla mejor que el barco de la anterior entrega, si bien los enemigos siguen siendo igual de fáciles y no suelen presentar un gran desafío salvo un par que son opcionales, sin duda este juego se beneficiaría mucho de un selector de dificultad.
Por suerte, nos acompaña una banda sonora más que decente para un blockbuster, ya sea con su tema principal o con ‘The Hunter’, siendo algo esperable en un triple A. Es una pena que con toda esa belleza se siga con el mismo sistema de combate cuando estás en tierra, tan aburrido como fácil (dándote una victoria con tan poco esfuerzo que casi roza el onanismo) y el carácter tan opcional que se le da al sigilo. Materias que sí necesitan una revolución y un cambio, pero que nunca tendrían lugar en un juego de este estilo debido a su perfil bajo, ni en posteriores entregas, porque es algo que funciona, lo que es una tragedia.
Aun siendo un título decente para tratarse de un juego de compensación, ‘Assassin’s Creed: Rogue’ no consigue lo que se propone. Su punto fuerte, el guión, no es todo lo robusto que debería ser, pero consigue rescatarlo del olvido no sólo por hacerse preguntas, sino porque es un buen juego sin ser sobresaliente, siendo más estable y menos plagado de bugs que su hermano mayor ‘Unity’. Es una pena que no llegue a ser nada más, como daba a entender su teaser, y que podría haberlo sido si se hubiera trabajado más en su argumento, pero sigue siendo un buen entretenimiento para cualquiera que no le haga ascos a la franquicia de Ubisoft, que le quedase mono tras ‘Black Flag’ o que quiera perderse en los mares del Atlántico Norte y andar haciendo caminos sobre el agua como si fuera un crucero al que podemos dirigirnos con tan sólo pulsar un botón y no pensar en nada más.
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