23 octubre, 2017
En esa colección de mitos fundacionales del pueblo judío que es el Antiguo Testamento, uno de los más poderosos es el de David contra Goliat. Desde aquel relato de la gesta de un humilde pastor con una honda contra el gigantesco MVP del ejército filisteo, todas las historias que ponen a un tipo de físico débil y poderoso ingenio contra alguien mucho más fuerte la han tomado como referente. Los anglosajones llaman al protagonista de esta clase de relatos underdog, en referencia al cánido que salía derrotado en una pelea de perros como las que se celebraban en el siglo XIX: es el tipo que lo tiene todo en su contra a priori, que parece que no tiene manera humana de ganar, y que por eso tiene la simpatía del público de su lado. Gozamos esa clase de historias porque todos conocemos algún caso de abuso de fuerza, física o de carácter más abstracto, y nos gusta que por una vez el más débil logre dar la vuelta a la tortilla a base de ingenio y artimañas. Aunque sea sólo en la ficción, nos reconcilia con el mundo y la vida esa justa venganza contra los abusones.
Por supuesto, esas historias de superación ante la adversidad tienen otra cara, aunque no siempre se haga explícita. Cuando aquel pastor llamado David venció a Goliat y se convirtió en rey, acabó abusando de ese poder para conducir a la muerte a Urías el hitita, y así beneficiarse a su esposa Betsabé. Demasiadas veces el underdog, al devenir en top dog (otra expresión nacida en las peleas de perros decimonónicas), se convierte en alguien tan abusivo o más que aquél a quien derrotó, y eso le conduce a su desastre.
La más icónica de las historias de este subgénero en los videojuegos, ‘Shadow of the Colossus’, nos mostraba ese proceso personificado en Wander, con el que comenzábamos entusiasmados a derribar goliats de piedra para ir dándonos cuenta de que tal vez no todos merecían ese final, y descubriendo con ello que nuestro protagonista era menos heroico y más turbio de lo que pensábamos. El atractivo de la idea, y la habilidad con la que el Team Ico demostró que era viable, ha creado una pequeña escuela de seguidores que tratan de hacernos sentir como aquel humilde pastor de leyenda ante el gigante filisteo. Y entre ellos, el que ha liderado la carga ha sido ‘Titan Souls’, de la desarrolladora Acid Nerve, que quizá sea también el que más busque acercarse a esa inspiración primaria en el relato bíblico.
¿Y por qué? Bueno, porque el juego va de llevar a un muchacho descalzo por paisajes más o menos bucólicos en busca de los refugios de los Titanes, y de derrotar a estos seres con una flecha. No, no leéis mal: en su aljaba, nuestro anónimo héroe sólo lleva una flecha. No es una flecha cualquiera, pues si lo fuera no podría dar muerte a los Titanes: cuando la disparamos, podemos volver a reclamar que vuelva a nuestro lado, aunque para ello tenemos que mantenernos quietos mientras la atraemos hacia nosotros. Nuestro héroe puede además rodar a la defensiva con una pulsación de la tecla adecuada, y correr si la mantenemos apretada, lo que es vital cuando toca esquivar los ataques de los Titanes.
Todo ello no parece suficiente para equilibrar la balanza a favor del joven de la flecha, ¿verdad? Tranquilos, porque los Titanes no son tan imparables como los pintan. Cada Titán posee un punto débil, y basta con impactarle con nuestra flecha en él para que, con un grave acorde de gong, su vida llegue a su fin; sólo nos queda entonces invocar a nuestra flecha para que nos traiga el alma de nuestro recién abatido adversario y, una vez reclamado su poder, ir en busca del siguiente. Además de eso, a diferencia que sus descomunales presas, el muchacho puede volver a la vida si muere en uno de sus lances, reapareciendo en el último de los ornamentados círculos blancos que hacen a la vez de puntos de control, zonas de guardado e indicadores de cuántos Titanes existen en el área y cuántos quedan por derrotar.
Como David, nos basta impactar una vez a Goliat para tumbarle, pero hemos de lanzar nuestro ataque con precisión y elegir el momento adecuado
Por manidas que sean las comparaciones con ‘Dark Souls’, ‘Titan Souls’ recuerda al trabajo de From Software; y no, no es por la elevada dificultad, sino por cómo tratan la muerte del personaje principal. Aquí morir no es un fracaso con billete expreso a la pantalla de cargar partida, sino un traspiés del que tenemos que aprender y levantarnos para intentarlo de nuevo. La paciencia y la perseverancia son todavía más fundamentales que en el hack and slash japonés, pues tenemos que ser capaces de afrontar una y otra vez a los mismos enemigos hasta que descubramos cómo impactar en su punto débil.
Las batallas se convierten así en lances breves y frenéticos, en los que luchamos por golpear al Titán en su zona vulnerable mientras evitamos que sus diversos ataques nos manden de vuelta al círculo blanco más cercano. Sea a nuestro favor o (con mucha más frecuencia) en nuestra contra, el combate se resuelve en muy pocos segundos. Raro es el enfrentamiento que llega al minuto de duración, y a algunos Titanes es posible clavarles la saeta mortal en menos de cinco segundos incluso. Como David, nos basta impactar una vez a Goliat para tumbarle, pero hemos de lanzar nuestro ataque con precisión y elegir el momento adecuado; a veces, eso implica golpear rápido, y otras exige tener paciencia y saber esquivar los ataques hasta que se nos abre la ventana de oportunidad… cuando no tenemos que abrirla nosotros siguiendo ciertos pasos previos para exponer el corazón del Titán. Más de una vez deberemos provocar que el Titán de turno se trague la flecha para utilizar nuestra capacidad de atraerla en nuestro favor de manera que revele el punto a atacar, esquivando al mismo tiempo los movimientos del propio Titán y sus ataques a distancia
Los diseños de la veintena de Titanes que esperan nuestro desafío, aunque en general majestuosos, no se salen de los clichés vistos en innumerables juegos de fantasía: estatuas asesinas, plantas gigantes, abominables hombres de las nieves, masas gelatinosas, setas saltarinas, versiones agrandadas y chapadas de nuestro personaje… Lo que les hace brillar más allá de su apariencia es cómo se comportan en cada encuentro, poniéndonos las cosas difíciles con sus complicados patrones de ataque al tiempo que nos retan a aprovechar su corto momento de vulnerabilidad para clavar la saeta en su punto más frágil. Y complicadas son las estrategias que hemos de seguir para triunfar: hacer rodar a uno de los enemigos sobre los carámbanos que derriba para aturdirle tiempo suficiente como para golpearle, hacer que otro se trague la flecha para atraerle hacia una esfera explosiva que le arranque la envoltura de su epicentro, lanzar la flecha tras otro para que, al atraerla de vuelta, se clave en su frágil espalda… Cada Titán es adversario y a la vez puzle, obligándonos a devanarnos los sesos repasando cada derrota hasta que se nos enciende la bombilla y, tras otra serie de muertes intentando poner en práctica nuestra estrategia, nos alzamos con el triunfo.
Parte del puzle, aunque sea en menor medida, son también los hermosos escenarios por los que vagamos a la caza de los Titanes: praderas herbosas, bosques impenetrables, montañas nevadas y cañones volcánicos esperan que los hollemos. La mayoría de las guaridas son fáciles de encontrar, pero en cada zona hay siempre al menos una que no es accesible a simple vista, y que requiere de ingenio, creatividad y dotes de observación del escenario para acceder a ella: desde llevar el fuego de unas antorchas a otras para derretir un glaciar hasta resolver el laberinto no-euclidiano de un bosque cerrado, pasando por la ya clásica caverna oculta tras una cascada (sólo que la cascada es de lava) o los caminos invisibles que hay detrás de elementos del escenario.
Cada Titán es adversario y a la vez puzle, obligándonos a devanarnos los sesos repasando cada derrota hasta que nos alzamos con el triunfo
Y hablando de puzles, el de por qué nuestro silencioso y descalzo protagonista va a la caza de los Titanes es uno del que no hay casi piezas. Lo más cerca que estaremos de saber algo (al menos en nuestra primera vuelta) será lo que nos diga uno de los Titanes más difíciles de encontrar y fáciles de vencer, en un breve discurso que pronuncia mientras nos dirigimos a él y que deja caer suficientes detalles como para preguntarnos más cosas sobre el extraño mundo de ‘Titan Souls’. Algunas de esas preguntas las responde el inevitable modo New Game + si vencemos a todos los Titanes presentes en el juego, pues ello nos permite activar una opción que traduce las extrañas runas que aparecen al principio de cada encuentro con nuestros adversarios; de sus nombres, y de los títulos que los acompañan, podemos inferir más sobre su naturaleza y su relación con el mundo.
El espectacular apartado musical de ‘Titan Souls’ se divide en dos vertientes muy marcadas. Por un lado, tenemos los temas que acompañan nuestra exploración del mundo, tranquilos y no pocas veces con un toque intimista, a juego con lo manso de esta etapa del juego en general; por otro, las composiciones que ponen banda sonora a cada pelea con los Titanes, siempre trepidantes y oscilando entre la grandiosidad orquestal y el heavy metal, pero que es imposible apreciar en todo su esplendor porque (como ya dijimos más arriba) los combates acaban, para bien o para mal, muy rápido… a no ser que vayamos a la caza de logros.
Sí, un juego como ‘Titan Souls’ tiene unos logros a su medida, de los que pueden provocar calvicie prematura por arrancamiento de pelo de lo difíciles que son de sacar. Excluyendo a los tres o cuatro que forman parte del propio desarrollo general del juego, los otros nos piden realizar hazañas que, o bien requieren una rapidez sobrenatural (vencer a cierto Titán en menos de cinco segundos), o bien de la paciencia y precisión con la que Wander afrontaba sus colosos (cortar todos los tentáculos de un Titán planta, matar a otro Titán mientras da vueltas sobre sí mismo a toda velocidad); estos últimos nos mantendrán en liza lo bastante como para que disfrutemos de las elaborada banda sonora propia de cada Titán, suponiendo que seamos capaces en medio de la adrenalina del combate.
‘Titan Souls’ no es un juego para gente que no esté dispuesta a tener paciencia y repetir, una y otra vez, el mismo enfrentamiento con el mismo jefe final que te mata en pocos segundos. Tampoco es, a priori, un juego para gente que no tenga un controlador, aunque es perfectamente posible (si bien más complicado todavía de lo normal) terminarlo usando el teclado. Pero si reunís esas características, es buena alternativa para los que no tuvisteis suficiente con abatir a los dieciséis colosos de las Tierras Prohibidas y disfrutáis con el estilo gráfico pixelado de buena factura.
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