27 noviembre, 2018
La semana pasada comenzamos una visita guiada por Bosque de Dyr, el reino donde transcurre la acción de ‘Pillars of Eternity’; y, aunque ya entonces hablamos de numerosos (y peligrosos, hay que reconocerlo) atractivos de esa tierra, lo cierto es que tuvimos que dejarnos mucho en el tintero, so pena de saturar a nuestros queridos lectores con tal volumen de información que generásemos en ello un feo caso de parálisis por análisis. Y como no hemos visto más que la parte occidental del mapa que nos pone por delante el juego de Obsidian, ha llegado la hora de ver con más detenimiento los encantos que nos ofrece la mitad oriental del reino, así como las tierras limítrofes de Eir Glanfath. Es decir, suponiendo que hayáis visitado hasta el último recoveco de Bahía del Desafío, que es donde nos quedamos la última vez.
¿Listos? Bien, pues crucemos otra vez el Puente de Aedelwan hacia la encrucijada situada en las Llanuras Boscosas, pero en esta ocasión dirijámonos al sur. Ahí, tras un largo camino, encontraremos un paraje de fuentes sulfurosas, conocido como las Cascadas Abrasadoras. Es un área de indudable belleza, pero también de tremendo peligro, pues las aguas incandescentes atraen a numerosos dracos, y éstos a su vez reúnen en derredor suyo a tribus de xaurips que los adoran; todos juntos comportan una amenaza que más vale no menospreciar, así que aconsejamos a los viajeros que no se dirijan a estos lares si no tienen la experiencia suficiente como para afrontar semejante equipo de bestias.
Ah, ¿que sois de los que matan dracos antes del desayuno todos los días? Permitiréis que lo dude, pero ya que insistís, al oeste de las Cascadas Abrasadoras se encuentra el Bosque de la Perla, una zona forestal situada sobre un acantilado que ofrece una de las mejores vistas de Bosque de Dyr. No sólo es un paraje hermoso, por el que cualquier viajero debería pasar alguna vez: es el escenario favorito de los aristócratas de Bahía del Desafío para celebrar duelos de honor, y muchos caídos en esos duelos han pasado sus últimos momentos en el mundo contemplando la hermosa vista.
Desde ahí nos toca ahora desandar al camino hasta el cruce de las Llanuras Boscosas, ahora para dirigirnos al este, a la Garganta Tormentosa. No es una zona en la que convenga detenerse, pese a la belleza de las cercanas ruinas de Lle a Rhemen, uno de los múltiples restos del imperio engwithano que salpican Bosque de Dyr; en la espesura han visto a druidas salvajes, de esos que adoran a la Madre Naturaleza sacrificando a los incautos que pillan, y las propias ruinas están guardadas por un espíritu del bosque corrupto. Es mejor continuar el camino hasta Paso de Dyr, una tranquila villa fronteriza donde podemos descansar un poco y reabastecernos… pero con cuidado, pues la población ha sido escenario de numerosas desapariciones en extrañas circunstancias de viajeros en su pasado reciente; algo que, tal vez, pueda interesar investigar a los viajeros de espíritu más aguerrido y dotes detectivescas desarrolladas.
Los demás preferirán seguir hacia el este al Cruce del Paso de Dyr, agreste y peligroso, antes de virar al norte para alcanzar las ruinas de Clîaban Rilag, otro vestigio engwithano de gran interés arqueológico y cultural… pero que suele estar vigilado por guerreros glanfathanos, que se consideran a sí mismos guardianes de la santidad de esta clase de ruinas; si nos les encontramos, más nos vale encontrar una manera de entrar sin ser vistos, o arriesgarse a una pelea que, ganemos o perdamos, nos dejará con muy mala imagen de cara a los habitantes de Eir Glanfath.
Claro, aquí alguien puede preguntarse qué nos importa lo que opinen unos bárbaros de la nación vecina. ¿No os lo habéis imaginado todavía? Nuestros viajes acabarán por llevarnos más allá de las fronteras de Bosque de Dyr, y para cuando lo hagan es mejor que no hayamos dado razones para mirarnos mal a las seis tribus que viven en Eir Glanfath; si acaso porque nada amarga unas vacaciones como tener que parar la visita a monumentos cada dos por tres para quitarse de encima una nueva emboscada de gente salvaje vestida con pieles y empuñando instrumentos de hacer pupa. Una vez la Garganta Tormentosa vaya con menor caudal, podremos cruzarla hacia el sur para ir a Costa Olmedo, desde donde marcharemos más hacia el este para alcanzar el principal asentamiento de los glanfathanos: los Olmos Gemelos, una especie de ciudad tribal que rivaliza en atractivo y extensión con la sofisticada Bahía de Desafío.
A Olmos Gemelos se accede por el Cántico Hogareño, el único distrito abierto a extranjeros. En este lugar, además de un boyante mercado, encontramos el Pasaje de los Seis, lugar de reuniones para los líderes de las seis tribus cuando han de tratar un asunto importante, y el Brote Celestial, una posada situada en la copa de un prodigioso árbol que (cuentan las leyendas) sobrevivió al impacto de una estrella que cayó del cielo para enterrarse entre sus raíces; no hay muchas personas que puedan presumir de haber dormido en un lugar así, ¿verdad?
En principio, puede parecer que nuestra visita a Olmos Gemelos no pasará de aquí, pero si alguien es capaz de ganarse la confianza de los glanfathanos −y, con ello, el acceso a otras partes de la ciudad− es la clase de buscavidas y mercenarios a los que pertenecemos en virtud de la trama del juego. Cuando la hayamos logrado, podemos dirigirnos al este para encontrar el Distrito de los Olmos, hogar de los dos grupos druídicos glanfathanos: los Ovates de la Arboleda Dorada, que representan la cara más amable de la naturaleza, y los Ethik Nôl, cuya espiritualidad parte de una visión de lucha constante por la supervivencia y de sacrificio en favor de la comunidad. Si lo preferimos, al norte de Cántico Hogareño, tenemos el distrito de los templos, conocido por el algo redundante nombre de Cántico; en él existen espectaculares santuarios dedicados a Ryrmgard, la Bestia del Invierno, y Galawain, el Sabueso Astuto, así como una modesta capilla de Hylea, Reina de los Pájaros; los sacerdotes de esta última han hecho correr la voz de que tienen un problemilla relacionado con el Nido, un gran templo de su ama situado muy al norte de Olmos Gemelos, y que ahora ha sido ocupado por un dragón con malísimas pulgas y muy poca disposición a compartir su nuevo hogar.
Además de lugar de culto para tres dioses, Cántico es el muelle desde el que se puede viajar en barco a Sepultura, la isla situada en el centro del lago junto al que se levanta Olmos Gemelos. No hay muchos que se hayan atrevido a penetrar en ella, pero los que lo han hecho hablan de un enorme foso en su parte central, desde el cual se podría acceder a una de las ruinas engwithanas más antiguas que existen… siempre y cuando fuera capaz de sobrevivir a la interminable caída, o dispusiera de una escala de cuerda de longitud absurda. Tal vez el favor de un dios fuera suficiente para garantizar la supervivencia a tamaña bajada, pero para eso tendríamos que tener motivos para bajar más allá del simple interés turístico… y qué fortuna que la trama principal nos acabe conduciendo a este lugar, ¿no?
Esto es un poco lo que podemos encontrar en ‘Pillars of Eternity’, dejando aparte los parajes de su expansión, ‘The White Marches’, en la que se nos abre camino a un lejano paraje norteño conocido como la Ruta Calcárea. Aquí preferimos plantarnos en Sepultura, y dejar que cada uno llegue hasta el profundo agujero de su centro por su cuenta, y descubra del mismo modo lo que se oculta en él. Tan sólo esperamos que, como buenos viajeros, seáis capaces de disfrutar del camino tanto o más que de alcanzar el punto de llegada, pues ahí es donde se encuentra el verdadero disfrute.
Todas las imágenes han sido sacadas de la wiki oficial de Pillars of Eternity
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