Se hace contenido al jugar

Jugador, no hay contenido

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23 abril, 2018

«Nos han roto de tanto usarnos», farfullo mientras cierro Twitter. Debería haber cerrado Twitter hace mucho, pero qué se le va a hacer, la generación asesina del mundo moderno tal y como lo conocemos no podemos evitar un bañito de miseria social de tanto en tanto. Una de las últimas crisis de este culebrón que es a veces la industria del videojuego y periferias es la falta de contenido de ‘Sea of Thieves’, lo nuevo de Rare para Microsoft. No es lo que esperaba la gente. O lo que quería la gente. ¿Qué esperaba la gente? ¿Qué quería? El lanzamiento ha sido accidentado, eso es innegable. ¿Pero cuál no lo es? Que pregunten en Blizzard. En las oficinas de los padres de Banjo y Kazooie ya se han encargado camisetas con la frase «Salí al exterior, el error Cinnamonbeard me obligó a hacerlo». Un montón de tipos, tipas y tipes hasta las cejas de bebida energética luchan para que los servidores aguanten la embestida inicial. Dormir es de cobardes, crunch time para todos, invita la casa. Esto está vacío, dicen. Dónde está mi juego. Malditos vagos. No Man’s Sea, le llaman con valiente ignorancia. Como si la comparación fuese un desprecio. Aviso a navegantes: en el mapa de mi cabeza donde la X marca el lugar de las experiencias videolúdicas que más me han hecho vibrar hay una línea dorada discontinua que une la primera salida al espacio exterior en ‘No Man’s Sky’ y la primera tormenta nocturna que conseguí sobrevivir en ‘Sea of Thieves’. Y más allá, dragones.

Nos flipan los números. Nos los han metido en el cerebro a golpe de cincel y martillazo vía nasal. Y ahora hay hormigas bailando detrás de los ojos. Los datos, las estadísticas, los stats. El parry, el loot, las raids, los micrófonos. Si pago sesenta pavos, más vale que me dures trescientas horas de inigualable brand new content o que tiemble la caja de comentarios. Y grindea, que algo queda. Dame pan y dime cuántos puntos de experiencia me faltan para el siguiente nivel. Esta cueva cuenta la historia de cómo una pareja murió a manos de un monstruo intentando reconciliar su amor, pero si saltas por aquí y trasteamos con el clipping y la colisión de esta pared pasas directamente al boss y te ahorras un buen trozo de andar, pavo. Va, date vida, que aún nos quedan tres diarias más. Caminante, no hay camino, se salta el camino para llegar cuanto antes a ese rifle legendario de colores horteras que te da +2 al ataque. ¿Lo oís? Es Kerouac descojonándose desde el infierno.

Sin embargo, el mar no entiende de matemáticas. Los esqueletos no vomitan la vida que les queda numerito en rojo sobre su cabeza mediante. No hay flecha omnipresente que marque el camino. Aquí eres tú y tus circunstancias. La vida o la munición son simples figuras geométricas. El único número que existe en ‘Sea of Thieves’ es el de cuántas monedas de oro tienes. Eso vales. Eso basta. Hay unos niveles que marcan nuestro progreso perdidos en algún menú al que tampoco hay que hacerle demasiado caso, claro, qué remedio, ¿estáis contentos ya?, pero me juego una pierna a que si por la gente de Rare fuera también los hubieran sustituido por runas o qué sé yo. Porque esto va de ser pirata, maldita sea. Va del brillo del remate dorado del cofre con los últimos rayos del sol que asoma tras esa nube con forma de calavera. Va de perseguir durante media hora a un galeón que ha osado intentar jugar a hundir la flota poniendo tú el tablero. De amagarle, engañarle, y cuando cae la noche urdir un plan. Métete en el cañón, te lanzo cerca cual hombre bala y subes a su barco cuando se ponga a explorar esa isla, que yo mientras me acerco por el otro lado y lo reviento a bombazos. Va de todo eso y de volver. Volver a casa para contar las monedas y ponerte hasta el culo de grog mientras tocas el laúd más contento que Ortega Cano con coche nuevo y un six-pack. Y recuerda que si te pilla una tormenta has de agarrar bien el timón e improvisar hasta que la brújula deje de bailar al son de Poseidón o es posible que acabes naufragando y perdiendo el equivalente en tesoros de tus últimas dos horas de vida. ¿Pero acaso no es esa la gracia? Pinchar una rueda cuando vas de viaje es una putada, pero no puedes negarme lo gracioso que es ver a tu colega que no ha tocado un destornillador en su vida intentando montar el gato durante dos horas. Y contarlo a la vuelta, pues somos lo que nos pasa. Jugador, no hay contenido, se hace contenido al jugar.

Líbreme Barbanegra de recurrir a la manida comparación facilona del juego de turno con la saga ‘Souls’, pero si han llegado hasta aquí acompáñenme un poquito más allá en este flujo de pensamientos a ver si les convence. Y es que no puedo parar de pensar que hasta algunos hermanos de la misma parroquia devota de las procesiones de la cofradía del santo FromSoftware que saca con regularidad su talla estrella «fuah chaval Miyazaki hazme un hijo» para adorar el innegable virtuosismo de su diseño punitivo y puñetero, agujero negro de días enteros de prueba y error de nuestra existencia, ahora quema los ídolos de madera y salitre antes siquiera de partir de la iglesia de isla Tortuga porque las aventuras aventuras son pero unas lo son mejor que otras. Perder tropecientas almas, ecos de sangre o cofres del tesoro, tanto (debería) dar, pero no es así. Queremos llegar, pero no ir. A veces. Depende de quién sea el abajofirmante del mensaje o de qué cristalero ha soplado la botella.

En fin, me vuelvo a mi barco, pero antes abro Twitter una vez más. Inicio. Escribir tuit. «Para tirar a la basura infinitas horas haciendo misiones repetitivas hasta el hartazgo para comprar mierdas más bonitas y más caras ya tenemos, no sé, la vida real». Enviar. Cerrar. Ahí van mis dos monedas de oro. Perdonad, que me he liado con una cosa, ya estoy entrando a Discord. Arriad bandera, levad el ancla y a toda vela rumbo nordeste, hoy vamos a por el puto Kraken. Y lo que surja.

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