por Marcos Gabarri
25 mayo, 2017
Crucé la puerta sin esperanza. A decir verdad, nunca lo tuve claro. Esa discoteca enorme estaba tan oscura como la concepción que tenía del evento. Cuando llegué allí, Games Are For Everyone (a.k.a. GAFE) celebraba su quinta edición, esta vez, en un local de Edimburgo capaz de albergar a más de cuatrocientas personas. El mítico The Caves, poca broma. Parecía que las cosas habían cambiado desde la última vez que tuve la ocasión de asistir, en noviembre de 2015, a su tercera entrega. Aquella vez, el evento tuvo lugar en The Mash House, un pub nada desdeñable pero mucho más modesto. Al parecer, estaba equivocado. Esa descabellada idea había cuajado.
Pese a ser la capital de Escocia, Edimburgo no acostumbra a pensar en videojuegos. Su cultura se reduce a poco más que un par de exposiciones retro al año y dos bares dedicados a la cultura arcade. Será porque, en Edimburgo, hasta lo más banal es una dicotomía: independentismo o la Union Jack, apoyar a los hearts o los hibs, te gusta el haggis o lo detestas. Incluso el tiempo se rige por las leyes de la dualidad, con sus radiantes seis meses de luz frente a sus doppelganger de oscuridad. Y es que algo parecido ocurre a la hora de entender los videojuegos en la Atenas del norte.
En pleno centro, las oficinas de Rockstar North laten sin cesar, como un corazón incansable pero sin fuerza, insuficiente para hacer llegar la sangre videolúdica a todos los miembros que la reclaman. La ciudad se encuentra en estado latente, dormida, esperando a recibir ese estímulo que la despierte de su letargo, al que tanto odia. Pero, a la vez, se deja arrastrar por la dejadez. Apaga el despertador y reclama sus legítimos cinco minutos más, como si a sus habitantes no les importara nada, a imagen y semejanza del aura gris y piedra negra que define al ambiente, que invita a la pereza. Los chicos de provincias no estamos hechos para capitales.
GAFE apoya la escena local mientras grita a los cuatro vientos que los videojuegos están hechos para todos
Pero, ¿qué es GAFE? La iniciativa es toda una declaración de intenciones, un intento de acercar a los videojuegos a todos los públicos. Andrew Dyce y Craig Fairweather, sus organizadores, debieron darse cuenta de que faltaba algo en la fría Edimburgo y decidieron llevar los videojuegos a la masa, al pueblo llano, romper estereotipos y volver a presentar al ocio electrónico en sociedad. GAFE no entiende los videojuegos como un entretenimiento a puerta cerrada, sino que su objetivo es la integración del medio en su entorno primigenio, evitar la etiqueta de ocio alternativo y gritar a los cuatro vientos lo que su propio nombre indica: que los videojuegos están hechos para todos. Y parece que su método funciona. Cuando el pasado abril crucé la puerta de The Caves esperaba encontrarme lo mismo que en The Mash House años ha. Pero las cosas habían cambiado: los juegos se habían multiplicado exponencialmente, la asistencia era mayor y, sobre todo, la esencia del evento era mucho más palpable. Esta vez, la relación del público con los desarrolladores era más fluida, más natural, armoniosa. Los asistentes se acercaban sin temor al dev de turno, entre una bacanal de luces y sonido, que instaba a la participación, a estar siempre toqueteando alguna de esas instalaciones que sorprendían por su sencillez y genialidad. Desde el button mashing puro y duro, pasando por una vuelta de tuerca al emblemático Operación, hasta controlar una nave espacial a través de tubos de aire. Porque el principal motor de la noche era la diversión, sin pretensiones. Aunque con cierta propaganda encubierta.
Precisamente, ese es el otro punto fuerte de la propuesta de GAFE: su apoyo a la escena local, pero sin agobios. Un adoctrinamiento sutil, llevadero. El evento nos recuerda que no hace falta recorrer miles de kilómetros para encontrar lo que necesitamos, que la calidad en materia de videojuegos puede estar en las calles de nuestra ciudad. Talento interno, lo llaman. La propuesta de Dyce y Fairweather es el contrapunto a las ferias mastodónticas que crecen por toda la geografía, en las que los pequeños desarrolladores mendigan la atención de los asistentes. Allí quedan relegados al último puesto, pues la gente suele estar más preocupada por probar las grandes novedades del momento que por descubrir títulos de bajo presupuesto. Pero en GAFE no hay competencia y, lo más importante, cualquiera puede disfrutar de un buen rato, tanto el jugador profano como el experto. Esto sería imposible sin una organización calculada al milímetro, con una cuidada selección de títulos tanto casual como hardcore, a partes iguales. Nada fue puesto en manos del azar.
GAFE es el contrapunto a las ferias mastodónticas que crecen por toda la geografía
Sin embargo, puede que el éxito de GAFE no radique en las bases de su planteamiento, sino en sus vestimentas: música en directo, despliegue de medios y alcohol. Los dos locales en los que han tenido lugar las diferentes ediciones del evento están acondicionados para conciertos y, por supuesto, la organización supo aprovecharse de ello. Si la tercera edición estaba protagonizada por una orquesta y su repertorio de bandas sonoras de videojuegos, la quinta trajo consigo a un DJ con bases chiptune. Además, la periodicidad de GAFE es irregular y, quizá, ese sea el secreto de su éxito, pues evita la rutina y ganar tiempo para conseguir material diferente para cada edición. Tanto la tercera como la quinta entrega construyeron atmósferas mágicas, contribuyendo a resaltar aspectos del ocio electrónico que suelen pasar desapercibidos por el público generalista. Mientras la música sonaba, la instalación de recreativas poco convencionales hacía las delicias de los neófitos. Los curiosos, por su parte, disfrutaban del ambiente festivo entre cervezas. Contra todo pronóstico, GAFE consiguió crear un cóctel inusual: una noche de diversión que aunaba las virtudes del típico local nocturno con una pachanga videolúdica, saciando las necesidades de todos los públicos. Sin duda, fue el caballo ganador.
Ahora, imaginad este panorama en vuestro pueblo o ciudad, provincia o capital, no importa. ¿Sería rentable? ¿Sería posible atraer a desarrolladores locales para dar forma a un evento de estas características? ¿El público sería receptivo? Al igual que Escocia, España posee maquinaria suficiente para demostrar su poderío ante el pueblo llano, para convencer a los indecisos y hacer comprender a los intolerantes. Y esa, precisamente, es la razón de ser de GAFE. Al fin y al cabo, el evento no es más que un llamamiento al potencial británico en general y al escocés en particular. Un sano orgullo patrio. Pero, sobre todo, práctico y económico: si quieres abrir los ojos al mundo hay, primero, que quitar las legañas al que está a nuestro lado. Quizá, sólo así, conseguiremos hacer entender que, efectivamente, los juegos están hechos para el disfrute de todos. ¿Estamos preparados para comprender tal evangelio?
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