NieR: Automata, ciborgs y sinfonías como expresión humana

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14 noviembre, 2018

A veces el backlog se incrementa con obras de las que escuchamos un sinfín de buenas palabras, juegos a los que su fama les precede, a los que en cierto momento una buena oferta atrae nuestra atención sin ser capaces de dejarla pasar. ¿Jugarlo al momento con todo lo que ya tenemos sobre la mesa? Imposible. Permanecerá en la estantería, aun con su plástico envoltorio, hasta que en cierto momento nos dé por ejercer su finalidad. Este año cuento con unos cuantos que ni siquiera he llegado a adquirir —a mis treinta y cuatro sigo aprendiendo—, pero del año pasado ‘NieR: Automata’ es el que recuerdo comprar con mayor expectativa. Este vigésimo quinto Continuous Play va dedicado a la obra PlatinumGames, en parte por lo que comento, pero también por petición popular; así que gracias. Y spoiler: lo que llevo jugado es bien. De él conocía esa fijación por alternar mecánicas características de distintos géneros, que sumados a los cambios de cámara logran un resultado tan vistoso como divertido. Pero lo que más me está sorprendiendo es el desarrollo narrativo, sobre todo cómo expone al ser humano en la piel de un par de androides, logrando hacer una radiografía de las dificultades sociales a los que nos enfrentamos en nuestro día a día. Desde las a menudo frías relaciones profesionales, a las consecuencias de la soledad, o cómo ciertos sucesos traumáticos pueden derribar nuestras defensas, dejando que las emociones fluyan cual erupción volcánica, aunque se quiera reprimir cualquier sentimiento.

Y es ahí donde la protagonista de esta entrada, la banda sonora compuesta por Keiichi Okabe, Keigo Hoashi y el estudio Monaca, cobra aún más sentido. Mientras la electrónica es capaz de transmitir emociones a través de sus sonidos nacidos entre resistencias, conmutadores o programas especializados, las sinfonías nacen de interior del ser humano, de su capacidad creadora más primitiva. De ahí que la música de ‘NieR: Automata’ se mueva entre pianos, xilófonos, violines y percusión. Los cambios en la tonalidad de los temas nos facilitan imaginar para qué secuencias están diseñados, ya sea para los enfrentamientos y la tensión, o para las zonas con más carga narrativa o de transición. Nada más bello que la música de orquesta, nada más propio del ser humano que las vocales de las solistas que acompañan las melodías que dan forma a esta sesión. Algo más de una hora repleta de matices, y una excepción que se hará esperar. Ahora sí, coge asiento —si puedes también unos auriculares—, dale al Play y disfruta.

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