We’re all living in Amerika

por

24 septiembre, 2015

Ilustraciones de Luis Quiles («Gunsmithcat»)

Aún con la cara manchada y sin dar la última mordida, observamos babeantes, día tras día, un escaparate abarrotado de apetecible bazofia en sus más diversas formas. Involuntariamente abrimos la cartera para volver a engullir, sin masticar, una cultura con sabor a plástico que atrofia gustosamente nuestro aparato digestivo. Somos hijos del usar y tirar, de la comida basura y del paquete de kleenex siendo muy difícil alzar nuestras cabezas entre el montón de residuos y huir de la tiranía despótica de una industria clónica y decadente. Los aullidos de socorro de aquellos moribundos energúmenos que se ahogan entre sus desperdicios ensordecen nuestra visión, haciendo imposible desmantelar la doctrina de la suma inmediatez, por mucho que seamos conscientes de su omnipresencia. Lejos de ser apocalípticos tenemos que reconocer cómo el ritmo frenético del ocio electrónico funciona como efímeras píldoras que tragamos en una atmósfera tan sucia como brillante. A través de internet ingerimos productos todavía inexistentes, aspirando las caladas de humo que la industria bombardea, hasta que el jugador se transforma en una especie de Raoul Duke en ‘Miedo y asco en Las Vegas’. En un viaje hacia lo más profundo del declive expresivo, el conservadurismo materialista, convertido en digital por el siglo XXI, dio pie a la falacia mística del ácido de la novela de Hunter S. Thompson. Ahora, esto se ha convertido en un acontecimiento global. Estamos colocados de excesos y frivolidad hasta tal punto de hacer de ello nuestra cultura popular. Paradójicamente, en la sociedad del banner, de las luces de neón y del vídeo viral, cuando abrimos los ojos estamos en riesgo de cerrar nuestra mente.

Luis Quiles CR7Visiones tan pesimistas como ésta, acerca del papel que desempeña la industria cultural dentro la sociedad de consumo, vienen apareciendo desde que los filósofos alemanes Adorno y Horkheimer acuñaran este término. Ya en el año 49, ambos intelectuales afirmaban que «las industrias culturales defraudan continuamente a sus consumidores, respecto a todo aquello que prometen. Cuanto menos tiene la Industria Cultural que prometer, más pobre se convierte la ideología que difunde». La mercantilización de las obras culturales trajo consigo nefastas consecuencias para todo tipo de productos artísticos no sólo a base de deteriorar la calidad de los mismos, con el fin de obtener el máximo beneficio, sino también al dotarlos de contenido ideológico. Es así como los pensamientos y delirios de la cultura dominante se disfrazan de productos aparentemente inofensivos, desarrollando un modelo de sociedad de masas en las que las diferencias y desigualdades son reforzadas a través de valores estereotipados. Sin darnos cuenta, el consumismo más voraz llama a nuestra puerta acompañado de superhéroes, fábulas o futuros distópicos, los cuales se acumulan en la entrada de nuestra casa para inculcarnos de manera divertida las ventajas de la clase media alta. En la era de la abundancia informativa, ya no necesitamos crear productos, sino crear consumidores para dar salida a los mismos. Del mismo modo que el gas, el agua o la electricidad se encuentran en nuestros hogares para servirnos por medio de una manipulación casi imperceptible, estamos provistos de obras culturales que acuden inmediatamente a nuestra llamada. Ya no estamos en la cúspide de la pirámide alimenticia: somos devorados por nuestros propios productos.

En la sociedad del banner, de las luces de neón y del vídeo viral, cuando abrimos los ojos estamos en riesgo de cerrar nuestra mente

Quiles girlfriend WiiDentro de todo este contexto, nacidos en el seno de la pasividad crítica y afianzados en la era del hedonismo digital, los videojuegos se han convertido en la encarnación de la industria cultural en sí misma, al estar conformados por la intersección de todas las demás. Debido a sus características no están exentos de ideología, bien sea implícita, involuntaria o autoimpuesta. El cine, el que un día fue el maestro emocional de las generaciones anteriores a la nuestra, ha sido reemplazado por el ocio electrónico, usurpando su piel y enriqueciendo su labor. De ser un simple espectador hemos pasado a formar parte de la historia, a ser el actor que mueve los hilos de la causalidad. Por eso no es de extrañar que los efectos de sus mensajes sean aún más devastadores que en los medios predecesores, pues el cambio de hábitos afecta también a la percepción de la realidad. Aquí encontramos al filósofo alemán Walter Benjamin que afirmaba que las transformaciones de la experiencia, del contexto, atrofian el aura de la obra cultural. A principios de siglo XX la reproducción técnica había terminado con el carácter irrepetible de la obra de arte, con el aquí y ahora, el hic et nunc, incrementando el consumo capitalista y haciendo estallar por los aires la mistificación del producto. Los videojuegos, a su manera, también han asesinado el aura del cine, su esencia, al dar una vuelta de tuerca a la manera de adoctrinar, transformando un contexto pasivo en otro activo. Sin embargo, a pesar de estar en sintonía con la escuela de Frankfurt, Benjamin poseía una visión más optimista de todo esto, al considerar a los productos culturales como vehículos de transmisión de nuevos valores que promuevan el cambio social. Pero, ¿es realmente posible?

«We’re all living in Amerika». La letra de Rammstein es bien explícita al poner de manifiesto el colonialismo cultural americano. Benjamin, en su marco histórico de mediados del siglo XX, no contaba con que salirse de las directrices de la cultura predominante fuera tan complicado. Bajo el aluvión constante de estímulos consumistas aguantamos el chaparrón pero, calados hasta los huesos, vemos como, gota a gota, nuestro espíritu crítico se va amedrentando. El olor a humedad se apega a nuestra piel que, sin notarlo, va adquiriendo esa textura a ladrillo. Sí, de aquellos que forman el muro que sostiene el sistema. Incluso sabiendo que somos esclavos de la publicidad devaluamos la acción de comprar hasta lo insignificante, bebiendo y comiendo hasta reventar. Pese a los intentos de unos pocos, mientras nos quede algo de sensibilidad en las papilas gustativas seguiremos siendo víctimas de lo que más nos gusta: consumir. O eso es lo que nos dicen.

, , , , , ,

¡Nos hemos mudado!

Conoce nuestra nueva revista y apoya el proyecto de Editorial GameReport.

Entra en el LOOP

Quizás te interese...

5 respuestas a “We’re all living in Amerika”

  1. Marcos Gabarri Bin Loading dice:

    El sistema es muy jodido, nos tiene a todos atrapados tío. Ponte a explicarte esto a tu familia, por decir algo, y en el 80% de los casos te dirán que te dejes de cuentos chinos y que te pongas a producir. Lo que sea, pero lo más importante es el sueldo, te dirán. Y en el caso que tengas tu propia familia ya, se vuelve todavía más cierto. Ponte a decirles a los obreros a sueldo, pillados en el sistema, de cualquier producto que te parezca una banalidad, que habría que dejar de fabricar, por motivos ecológicos, pongamos, la tontería que sea que hagan, y se te echarán encima ellos y sus familias, antes que los propietarios de la firma. Y se entiende, han de llevar dinero a casa cada puta semana (niños, hipoteca, alquiler, comida, y luego consumismo idiota, claro)

    Donde yo trabajo, en una empresa de transporte, hay gente trabajando hasta 14 horas diarias! cobrando 8, claro… Y están transportando TODAS las gilipolleces de las que hablas en el artículo, a unos volúmenes que alucinas. Casi ninguno sabrá quien es Adorno, y casi que mejor para ellos… Sus aspiraciones están a nivel de sueldo y mejora laboral.

    Mirándolo por el lado del consumidor… ¿Va a tener más fuerza Adorno que 8 horas de televisión, series, programas, a todo trapo, los miles de anuncios que ves por la calle, o los impulsos del 90% de gente que te topas por la calle?

    No sé, lo veo jodido…

    • Marcos Gabarri Soquam dice:

      Por mucho que se diga que el sistema es imperfecto, la cruda
      realidad es bien distinta. De hecho, la idiosincrasia del sistema está tan
      sumamente estudiada, calculada al milímetro, para que no podamos escapar de sus
      garras (por medios políticamente correctos), que creo que el ser humano ha
      creado la máquina perfecta de tortura con el capitalismo y sus vertientes. El
      sistema es la pescadilla que se muerde la cola, ni si quiera eres consciente de
      que formas parte de él y, aunque lo sepas, contribuyes día a día en su
      perpetuación. Mientras unos engordan la barriga y vacían el cerebro, otros
      abarrotan sus bolsillos y se jactan de los anteriores. Aquellos que se salen un
      poco del tiesto son tachados de locos y silenciados en medios los generalistas.
      Y, por su puesto, como lo que no sale en la tele no existe, nosotros seguimos más
      preocupados por comprarnos el último DLC de turno que pararnos a pensar dos
      veces hacia dónde va a parar todo esto y echar los frenos antes de que se nos
      vaya de las manos. Lo peor de todo es que al 90% de la población no le importa
      lo más mínimo y simplemente recurrimos a la queja pasiva desde el sofá de
      nuestra casa.

      Muchas gracias por aportar tu punto de vista =)

  2. Este es el último tipo de texto que esperaba encontrarme aquí, y menos en el primer texto del señor Marcos, pero menuda sorpresa. No hay mucho que añadir a todo lo que se ha dicho, así que simplemente, a sus pies.