Grip o cómo romper las normas y pasar desapercibido

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28 noviembre, 2018

Acelerar sobre un monoplaza capaz de eliminar los límites de la calzada, gracias a un diseño que lo convierte en un auto reversible, debería ser suficiente motivo para darle una oportunidad al título arcade que se presenta como secuela espiritual de ‘Rollcage’, juego lanzado para PC en 1999 por los padres de ‘Wipeout’. La obra de Gaged Elements, estudio afincado en Toronto, esconde competición violenta repleta de diversión frenética. Sus escenarios coloridos, y sus modos, incluído el cooperativo a pantalla partida u online, nos prometen horas de carreras accidentadas por delante. Ver cómo tu vehículo sube por la pared hasta colocarse boca abajo sobre el techo de un túnel, para acto seguido enlazar con un salto de unos cuatro segundos mientras escuchas cómo se ha activado el aviso de que estás siendo alcanzado por un misil enemigo, da un nivel de espectacularidad loable, más cuando los niveles procedimentales de estética marciana o cyberpunk nos envuelven de paisajes diversos y vistosos. Y todo esto a velocidades locas y con circuitos repletos de armas para intentar ralentizar a tus oponentes. Lanzado el mismo año que ‘OnRush’, parece seguir el mismo fracaso en ventas que el título de Codemasters, y es una pena, porque tanto uno como otro van un paso más allá en lo que a conducción arcade se refiere. Quizá romper barreras no sirva de nada cuando la demanda sólo es capaz de absorber las secuelas de las franquicias más conocidas. Y ‘GRIP’ es un indie, como dificultad añadida.

Y no será porque el juego de autos reversibles no tenga gráficos a la altura. O la música, licencias todas de primerísimo nivel de Hospital Records, que le da un punto más de velocidad y agresividad a las carreras alocadas de ‘GRIP’. Quizá esa rabia por la poca visibilidad otorgada a este proyecto haya sido la excusa perfecta para desechar por una vez las limitaciones técnicas que me impongo al grabar estas sesiones, y que la haya pinchado como lo haría en cualquier sitio. Nada de alargar la música, nada de no usar delays ni jugar con los faders. ¿Riesgos? Todos los posibles. Y es que la música de S.P.Y, Urbandawn o Lynx es el mejor combustible para quemar la mesa de mezclas. Treinta minutos de drum and bass de corte duro y jungle a 170 beats por minuto que ayudan a subirse por las paredes, a ir como un cohete o a dejarse llevar entre bases y sonidos que bien podrían ser de otro universo. Si hay algún aficionado a los juegos de conducción en la sala, podrá reconocer algún track de haberlo escuchado en otra saga. En el ‘Need for Speed’ de 2016, o en algún ‘Forza Horizon’. Normal que repitan: hablamos del estilo de música más rápido del mundo, idóneo para carreras a velocidades prohibitivas. Ahora sí, coge asiento —si puedes también unos auriculares—, dale al Play y disfruta.

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