9 marzo, 2016
En el principio, era una ciudad asolada por el crimen, un departamento de policía corrupto, y un puñado de valerosos agentes dispuestos a hacer algo con ello aunque les costase la vida.
Bueno, en realidad, en el principio era un exitoso arcade llamado ‘Final Fight’ que insufló nueva sangre al género del beat’em up, y una masa jugona ávida de más calles salvajes y macarras violentos a los que vencer. Y Sega miró, vio que era bueno, y decidió que ella también quería un cacho de aquel pastel. Así que, en su sabiduría, la compañía puso a su equipo AM7 a trabajar en un digno émulo del juego de Capcom para su Mega Drive. Lo que salió de ahí trascendería su inicial condición de copia para convertirse en una saga de culto y un referente en el género: ‘Bare Knuckle’ (Puño Desnudo), conocida en nuestras tierras como ‘Streets of Rage’ (Calles de Furia).
Eso sí, los comienzos fueron de lo más humildes. Visto con ojos imparciales, el primer ‘Streets of Rage’ evidenciaba más buena voluntad que resultados: los gráficos eran un tanto toscos, el número de enemigos un tanto limitado a ratos, y los sprites más bien parecían liliputienses. Pero ¿a qué seguero le podía importar eso? Tenían su propio clon del ‘Final Fight’, con muchos más niveles y enemigos que se comportaban con inteligencia, intentando pillar al jugador por donde estuviera desprevenido en vez de caminar con determinación suicida hacia sus puños. Y además, estaba la música, esa bendita colección de temas electrónicos compuesta e interpretada por un genio llamado Yuzo Koshiro, que reforzaba más que ningún otro elemento la sensación de estar en una gran ciudad junto a a Axel, Blaze y Adam, los tres posibles protagonistas del título, machacando la cabeza de punks y matones para llegar hasta el temible Míster X y acabar con su reinado criminal.
¿Quién podía culpar a los fans por desear más? ¿Y quién podía culpar a Sega y al equipo AM7 por dárselo? ‘Streets of Rage 2’ nos devolvía a Axel y Blaze en una trama centrada en el secuestro de Adam por la renovada organización de Mr. X, y en el intento de rescatarle con la ayuda de Eddie «Skate», su hermano, y de Max, un luchador amigo de Axel. ‘Streets of Rage 2’ ofrecía más de lo mismo no sólo en el elenco de personajes jugables, sino en todos los demás aspectos: más numerosos y variados enemigos, niveles más largos y complejos, más variedad de situaciones, gráficos más grandes y de mejor calidad, un repertorio de movimientos mucho mayor… Y, como remate de oro, una banda sonora aún mejor que la del anterior, con un Yuzo Koshiro en estado de gracia y unos temazos que se atrevían a ofrecer atmósferas sonoras mucho más allá de las creadas por los de la BSO del primer juego.
‘Streets of Rage’ trascendía así su inicial condición de mockbuster consolero del ‘Final Fight’, al superar a su modelo en calidad y espectacularidad, y se convertía en uno de los imprescindibles del abultado catálogo de la Mega Drive. Al mismo tiempo, la primera parte gozaba de ports a Master System y a Game Gear, que lograban trasladar con bastante fidelidad (limitaciones técnicas aparte) la emoción del juego a los ocho bits.
Pero con el tiempo, la masa jugona volvió a exigir un nuevo título para la saga; y esta vez, el resultado no fue tan satisfactorio para los fans. ‘Streets of Rage 3’ intentaba ir todavía más allá que la segunda parte, añadiendo a un nuevo personaje jugable, Zan, y una historia de dobles robóticos y complots terroristas que entraba de cabeza en la sci-fi más pulp, y que incluía la posibilidad de obtener múltiples finales según lo bien o mal que lo hiciéramos durante el juego; sin embargo, el salto de calidad ya no era tan alto como el producido entre la primera y segunda parte, y el nuevo juego olía demasiado a más de lo mismo. Unamos a ello que Yuzo Koshiro se puso a experimentar con generación de secuencias aleatorias de sonido en la BSO, dando como resultado un acompañamiento sonoro extraño y a veces discordante, y que la versión americana sufrió censura de algunos de sus enemigos de atuendo más sugerente, es normal que ésta sea la entrega que con menos cariño recuerdan los devotos de la saga.
Una lástima, porque lo cierto es que el juego perfeccionaba todavía más las mecánicas, ofrecía alicientes extra como personajes secretos desbloqueables, y hasta anticipaba en su entonces criticada BSO la inminente eclosión del trance en la escena electrónica.
Lo triste es que, desde entonces, el glorioso legado de esta serie ha quedado en el baúl de los recuerdos. Lo más parecido a una recuperación de la saga han sido dos intentos fallidos de remake, uno para la Dreamcast y otro pergeñado por la desaparecida GRIN, y un remake-compilación de los tres juegos originales que la propia Sega obligó a cancelar justo cuando ya estaba completado. Sí, los fans de Sonic han tenido que ver el buen nombre del erizo azul arrastrado por el fango con juegos entre lo pasable y lo aberrante, pero al menos han tenido algo: los fans de ‘Streets of Rage’ ni siquiera hemos gozado de eso, reediciones descargables para PC y consolas actuales aparte.
¡Cómo echamos de menos esas calles, esas peleas, y esos maravillosos sonidos tecno mientras repartíamos ley y orden a la brava en compañía de Adam, Axel, Blaze, Skate, Max y Zan! ¡Cómo echamos de menos todo eso, y cómo nos gustaría volver a verlo en la actualidad!
¡Nos hemos mudado!
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