Futuros perdidos

Steins;Gate

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30 noviembre, 2015

Japón es un lugar extraño, una rara mezcla entre modernidad y tradición, llena de simbolismos que se adaptan a los tiempos modernos sin aparente esfuerzo. De ahí han salido títulos anclados en tiempos pasados y la más rabiosa actualidad hecha videojuego. Cuna de géneros peculiares y experimentos estrambóticos, hoy ocupa estas líneas un regreso al futuro truculento, donde los viajes en el tiempo no sólo llevan consigo monopatines voladores, zapatillas que se atan solas u hologramas. Bienvenidos a la elección de ‘Steins;Gate’. El-Psy Kongroo.

Hay géneros especiales, raros, de esos que no admiten una digestión rápida para un jugador acostumbrado a desenfundar, disparar y enfundar el revólver aún humeante en su cartuchera. Hay juegos que difuminan los límites, convirtiéndose en libros capaces de ser leídos en un trayecto cualquiera en el metro mientras las imágenes se suceden en la pantalla. ¿Una novela gráfica a lo ‘Metal Gear Solid: Digital Graphic Novel’? No, eso es demasiado caro de desarrollar y amable para un usuario que espere dibujicos en movimiento acompañando al texto. ¿Una aventura gráfica? ¡Tampoco! Los puzles distraen de una historia que tiene que desenvolverse captando la más absoluta atención del jugador. La visual novel se libera de todo artificio: parrafadas de texto acompañadas de ilustraciones, salpicando todo con decisiones que modifican la trama —¡y muchas veces ni eso!—. Igual que cualquier libro de Elige tu propia aventura sin la posibilidad de hacer trampa probando con las diferentes posibilidades que se otorgan al lector.

En un mercado occidental poco dispuesto a recibir japonesadas, empezamos a ver cómo este tipo de juegos empiezan a hacerse hueco en los catálogos de PC —seguramente por los menores gastos de distribución asociados a la aparición de tiendas digitales— y más tímidamente en consolas. Hace unas semanas hablábamos de ‘Hotel Dusk: Room 215’, homenajeando la capacidad de Cing para intentar desmarcarse de las ataduras de un género inflexible, sin tanto éxito como el que cabría esperar. Hoy ‘Steins;Gate’ toma el camino contrario: se aferra a los pilares del género como si no hubieran pasado los años en la industria.

Steins;Gate boxart

Cuando la locura es algo lógico

Por norma general, nos apasionan las historias sobre viajes en el tiempo: cómo juegan con sus propias reglas y cómo acaban cayendo la mayoría de las veces en un deus ex machina de manual para acabar resolviendo una historia cogida con pinzas, rompiendo sus propias normas mientras el espectador siente que le han tomado el pelo. ‘Steins;Gate’ basa gran parte de su premisa en los viajes temporales pero al igual que respeta las reglas de la visual novel a rajatabla, sabe moverse dentro del horizonte de posibilidades que él mismo define en las tripas del juego, sin olvidar ese puntito de excentricidad japonesa que hace posible lo imposible. Una locura que 5pb. y Nitroplus empiezan a añadir bien pronto a la mezcla.

Okabe Rintarō, estudiante de universidad y aspirante a científico loco, inventa de pura chiripa el viaje en el tiempo en el pequeño apartamento reconvertido a laboratorio que comparte con Mayurii, cosplayer con pocas luces, y Daru, superhacker otaku. En un primer momento, sólo pueden enviar e-mails a través del tiempo pero a medida que investigan sobre el sistema con la ayuda de Makise Kurisu —joven talento científico y friki encubierta—, consiguen enviar la memoria de una persona al pasado. Seguir desvelando la historia sería contraproducente para el lector: una buena visual novel debe basar todo su atractivo en ella.

Faerys Steins;Gate

Para ello, ‘Steins;Gate’ crea un universo consistente, recreándose en una pseudoexplicación científica (e incluso lógica) de los viajes en el tiempo durante un primer tercio de juego que puede hacerse muy cuesta arriba a los neófitos, pero que a la vez permite coger un cariño casi inesperado a unos personajes extravagantes, sin los cuales no funcionaría la historia. Ya sea una maid, un dependiente de una tienda de televisores CRT, el hijo andrógino del dueño de un templo con tendencias transexuales… Cada uno de ellos acaba eclipsando poco a poco a Okabe Rintarō, un protagonista que se va diluyendo a medida que interactuamos con los demás personajes a través de largas conversaciones que a veces se convierten en tediosas divagaciones. Gracias a este gusto por el detalle, no hay giros de la trama tan bruscos como para hacer que nos sintamos timados por la retorcida lógica de ‘Steins;Gate’: es sincero porque nunca va por delante de nosotros y el jugador aprende al mismo ritmo que sus protagonistas.

Steins;GatePor supuesto, la interacción es anecdótica. Todo gira en torno al concepto del Phone Trigger: podemos recibir e-mails en nuestro teléfono móvil (dentro del juego) que podemos responder a través de palabras predeterminadas situadas dentro del mismo mensaje, decidiendo así el destino de la historia. Un prueba y error que no sigue ninguna lógica. Muchas veces contestamos por inercia a los mensajes, sin saber cómo reaccionar a ellos y una vez seleccionada una contestación, no podremos dar marcha atrás: la decisión se hace completamente a ciegas sin ninguna pista por parte del juego. Confiando en nuestro instinto, posiblemente acabemos rápidamente frustrados por ver las consecuencias de unas acciones que no entendemos. En las posteriores vueltas, el sistema se comprende mejor haciendo más fácil sacar los seis finales con los que cuenta ‘Steins;Gate’. Sacar el verdadero ya será un ejercicio de paciencia, memorización y mucha suerte para el valiente que se atreva a intentarlo sin la guía internetera de turno.

Al no adoptar el formato libro (aunque en esencia ‘Steins;Gate’ lo sea), las numerosas líneas de texto se ven acompañadas por unas piezas musicales que cumplen su cometido sin ser excepcionales. Entre la melancolía y el misterio, el tema principal mantiene el tipo a lo largo de todo el juego con variaciones recurrentes, ya sea añadiendo nuevos instrumentos o ritmos que lo enriquecen con bastante acierto. El piano se convierte muchas veces en el instrumento predominante mientras se añaden secciones de cuerdas aunque Takeshi Abo tampoco se olvide de hacer uso de teclados y demás motivos electrónicos cuando la historia abandona su tono intimista lanzándose a la comedia, el slice of life o la novela de misterio, acompañando así el carácter de un barrio como Akihabara.

‘Steins;Gate’ no es el juego de moda y su carácter minoritario se hace patente desde el minuto uno: requiere paciencia para arrancar mientras toda la palabrería pseudocientífica que le sirve de base se va presentando: largas conversaciones, terminología muy peculiar —aunque la enciclopedia que han añadido ayuda a entender ciertos términos—, y el carácter a veces cargante de los personajes pueden echar para atrás a más de uno, pero si conseguís superar su evidente falta de ritmo al comienzo, ‘Steins;Gate’ despliega un abanico de relaciones y acontecimientos que no necesita de épica para remontar el vuelo. Manteniendo su esencia, volcando su peso en los personajes, sólo es una historia sobre un científico loco que una vez consiguió crear por casualidad una máquina del tiempo.

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